



las nuevas gentes,
pequeños colonitas,
hijos de su tiempo,
más que de sus padres,
patinando en la frontera:
Navarro Ledesma, a la altura de la Palma
con lo que pomposamente llaman ahora
Torre Atalaya, ese dormitorio de veintemil gentes,
al sur de lo que sí fue Torre y fue Atalaya, allá cuando
las gentes se saludaban y se aproximaban.
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