jueves, 10 de mayo de 2007

Alcalde Martín Gil, la calle




Es la calle de su amigos David, Yolanda y Álvaro. Le tiene cosilla a esta parte del barrio, será por el chiquitín, será por amistad. Es el primer butrón a la cerrazón de esta Colonia mía y tuya.


ENTRE BLANCOS Y OCRES, LA Calle Martín Gil



Con la venia del Profesor Galeote, retomamos su serie porque no debe perderse esa genial labor, y puede ANIMAR a algunos de nuestros lectores a continuarla; en MI BARRIO, EL PERIÓDICO DE LOS VECINOS DE LA COLONIA DE SANTA INÉS, LA quimera debe ser que cada calle sea escrita por alguno de sus vecinos.

Armoniza este jirón de la Colonia el barrio mismo: el sosiego y sabor del casco antiguo con el mazacote del nuevo urbanismo que nos circunda; la vieja esencia colona de pueblo con lo que inevitablemente nos han erigido encima.
Construida sobre parte del viejo campo de fútbol donde admirábamos al Pequeño, y la parte del negocio de los Silva donde se alineaban los depósitos metálicos de un aceite que casi nunca resbalaba de nuestros bollos, entre nuestras risas y juegos, y nuestras hambres, nos encontramos una tranquila calle de vecinos abierta por donde entra el terral, con casas blancas al sur, levantadas al final de los 40, ésas en las que había que realquilar habitaciones para cumplir con el alquiler de los señoritos, y, al norte, con adosados amarillos de mediados los 90, que nos hizo Marsan para que nos fuéramos entendiéndonos con los bancos y el saneamiento.

Mientras esperamos la arteria que viene del poblado de PRASA y que partirá el barrio en dos, entre vieja cal del Boquete del Muelle -preludio de feria, de Virgen del Carmen- y moderno ocre casi andaluz, paseamos por una calle que nunca pisaría el breve Sr. Alcalde don Ramón Martín, nombrado el 28 de julio de 1.905 y que dimitiría mes y medio después, tiempo en el que la ciudad vivió -el 5 de agosto- la muerte de una de sus concejales, Miguel Sánchez Pastor, como consecuencia de las puñaladas recibidas durante una reyerta a las 11 de la mañana en el Círculo Mercantil, y en la que también participaron el concejal Luis García Guerrero y Mariano Briales Utrera.

A don Ramón lo tuvimos también de Presidente de la Academia de San Telmo en 1.910, y tiene esta su calle un rinconcito con un viejo, verde y fresco Ficus, digno de la acuarela de cualquier Academia o Museo. Subiendo hacia la Barrera, nos encontramos con la vista casi escondida del viejo aljibe, asomando entre patios, esperando ser plasmado en otro cuadro. La parte norte de esta acera de levante la ocupa una pastillita de terreno que debía ser mimada por Urbanismo antes de que alguna Corporación la haga euros.

¿Quién bautiza las calles de los que no somos alcaldes ni corregidores?.
Moritas antes que malcristianás.


Inés Laguna


Nota: no hemos querido pararnos en la desaparecida Taberna del Rosado, al final de la calle antigua, y que le puso el señorito cuando en un accidente laboral perdió las dos piernas trabajando en la fábrica. En este sitio el llamado Juan el Sereno mató de un disparo a El Balbina.

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